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El gran cambio de España

El capitán Íker Casillas habló de los recientes títulos europeos y mundial de 'La Roja', la tanda de penaltis ante Italia donde todo cambió y sobre las cañas que lo empezaron.

Iker Casillas detiene un penalti al italiano Daniele De Rossi en 2008
Iker Casillas detiene un penalti al italiano Daniele De Rossi en 2008 ©Getty Images

Según la leyenda, una apuesta inofensiva entre Iker Casillas, Pepe Reina y Andrés Palop, en la que no había en juego nada más que unas cañas y unas tapas, resultaría decisiva en la victoria de España en la UEFA EURO 2008.

En el mundo del fútbol la superstición puede a veces con la razón. Luis Aragonés, célebre por su pavor al color amarillo, insistió hasta la saciedad en que las camisetas vestidas por sus jugadores en la victoria de semifinales contra Rusia eran en realidad color "mostaza". La anécdota se produjo tras superar una eliminatoria a la que pocos contaban llegar cuando, en cuartos de final, tuvieron que enfrentarse a una tanda de penaltis contra Italia la noche del 22 de junio en Viena.

¿Por qué? Pues porque 'La Roja' llevaba ni más ni menos que 88 años sin derrotar a Italia en partido oficial. Y, para más inri, en la fecha maldita del 22 de junio se habían producido tres eliminaciones en torneos anteriores, todas en la tanda de penaltis: contra Bélgica en el Mundial de 1986, contra Inglaterra en la Eurocopa de 1996 y contra Corea del Sur en el Mundial de 2002. En resumen, motivos de sobra para creer en la mala suerte, aunque no para Casillas.

Dos semanas antes del torneo de Austria y Suiza, él, Reina y Palop salían todos los días los últimos de los entrenamientos en Las Rozas, ya que los tres porteros cerraban cada sesión con una tanda de penaltis entre ellos. Al perdedor le tocaba invitar a los demás a cañas y tapas.

Ese pequeño entrenamiento sentó más que bien a un Casillas que, embriagado por la mezcla de adrenalina y cansancio tras la prórroga en un gran torneo, rechazó la ayuda de su entrenador de porteros antes de los penaltis contra Italia. José Manuel Ochotorena disponía en su carpeta de abundante información sobre los lanzadores italianos y estaba ansioso por compartirla con el capitán. Sin embargo, Casillas declinó la oferta: se sentía preparado, tranquilo, completamente seguro de sus fuerzas.

¿A quién le importaba la superstición? ¿Y el hecho de que España no hubiera llegado a las semifinales de un gran torneo desde la Eurocopa de Francia, casi veinticinco años atrás en aquel 2008? Detalles todos sin importancia para el hombre que empezaba a enfilar el camino hacia la portería. El resto ya forma parte de los libros de historia: dos paradas, una en cada lado, a Antonio Di Natale y Daniele De Rossi, suficientes para que Cesc Fàbregas pudiera anotar el penalti ganador y abrir la puerta a la semifinal contra Rusia y a la posterior victoria en la final contra Alemania. Sin embargo, en ese momento, el mundo contuvo la respiración mientras el estadio bullía con un ruido atronador.

No resulta extraño, pues, que aquella tanda de penaltis, un punto de inflexión en la historia del fútbol, traiga todavía recuerdos únicos a Casillas. "En ese momento se juntaron todas las cosas que España necesitaba para poner fin a la racha de eliminaciones en cuartos", rememora el guardameta del Real Madrid CF. "Recuerdo perfectamente todos los detalles: partido contra Italia, un empate a cero y una tanda de penaltis un día 22 de junio, otra vez".

Casillas es un hombre de equipo. En su trabajo se marca unos objetivos personales tremendamente exigentes y entrena con tal intensidad que, en ocasiones, puede parecer perdido en su propia búsqueda de la excelencia. Sin embargo, como líder, en su club o en la selección, siempre prefiere la unidad, el consenso y aprovechar las sinergias nacidas del trabajo de 23 atletas de élite y sus entrenadores, unidos por un mismo objetivo.

"En la concentración de Neustift vivimos momentos excepcionales, de gran felicidad", recuerda el guardameta. "Teníamos la sensación de estar viviendo una época fantástica. Todos nos llevábamos de maravilla y el equipo estaba encantado con el míster. Creo que el gran éxito fue precisamente Luis Aragonés. Un mes antes de la fase final, lo tenía todo pensado: cómo gestionar el equipo y cómo iría el torneo. Si preguntas a cualquiera de mis compañeros cuál fue la clave, seguro que todos dirán que fue Luis Aragonés.”

En pleno apogeo de las celebraciones, Casillas alzó el trofeo y, con ese gesto, ahuyentó para siempre los fantasmas de anteriores fracasos. "Fue histórico para el fútbol español, pero también para mí personalmente, después de muchas decepciones, injusticias y palos, como jugador y como aficionado. Entonces pensé en antiguos compañeros míos que tanto lucharon para poder levantar un título delante de la afición pero que no lo consiguieron".

El resto de la historia es conocida: España sumó el Mundial de 2010 y la UEFA EURO 2012 a su título europeo, ya bajo el mando de Vicente del Bosque. Una hora después del pitido final en el Soccer City en 2010, hablé con Casillas sobre las claves de ese fantástico hito. Su primer pensamiento fue para la UEFA EURO 2008 y las temporadas anteriores, un período que revolucionaría el fútbol español.

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