El Mónaco quiere la final
martes, 20 de abril de 2004
Resumen del artículo
AS Monaco FC - Chelsea FC 3-1
La expulsión de Zikos no restó enteros a un Mónaco demoledor, que está con un pie en la final.
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Por Antonio Terrades Martí
Los primeros minutos del encuentro mostraban a las claras la responsabilidad que pesaba sobre los dos equipos. Llegar a semifinales de la UEFA Champios League es un gran logro, pero se trata de una proeza si nunca se hubiera pensado llegar hasta ese punto. Y eso es lo que básicamente aturdió a monegascos e ingleses en los instantes iniciales. Fue el AS Monaco FC el que rompió la monotonía con una serie de centros aéreos desde las bandas, sobre todo la izquierda, que incomodaban a los defensas del Chelsea y otorgaban pequeñas dosis de confianza a Fernando Morientes y Dado Pršo, a la sazón máximos realizadores de la competición.
Gol desequilibrante
Por esos cauces hubiera transcurrido el partido si los hombres de Claudio Ranieri hubieran sido capaces de despejar una falta inocente lanzada por Jérôme Rothen. No fue así. Consecuencia del error defensivo el balón llegó a Dado Pršo que, de cabeza, enviaba la pelota a la escuadra derecha de la meta de Marco Ambrosio. La bronca posterior del portero a sus compañeros estaba más que justificada. Pero el jolgorio de la parroquia monegasca se tornó en pesadilla al instante. El Chelsea dejó a un lado el candado futbolístico y se volcó en busca del gol del empate.
Furia inglesa
No tardaron en conseguir su objetivo los pupilos de Claudio Ranieri. Tras una jugada por la izquierda de Gronkjaer y un posterior cambio de juego, la pelota acaba en el segundo palo de la portería del Mónaco donde Scott Parker cede al islandés Eidur Gudjohnsen para que, solo ante el marco de Roma, se resbale y de rebote ceda el balón a Hernán Crespo que, éste sí, marque con la derecha. A partir de ese momento, y salvo algún intento fugaz de los franceses, Frank Lampard sentó cátedra en la posición de pivote y manejó el encuentro a su antojo.
Cambio brusco
Tras el recital de Lampard en los últimos de la primera, el Mónaco apretó las clavijas de su ataque y tras los pasos de un Jérôme Rothen inmenso en la banda izquierda intentó ejecutar su dominio incipiente. A punto estuvo de conseguirlo Pršo con un cabezazo que despejó Ambrosio a la salida de un córner. También lo tuvo Morientes en una tijera acrobática que sacó bajo los palos Marcel Desailly. El repaso al que estaba sometiendo el Mónaco a su rival se desvaneció en un segundo. El tiempo que necesitó Andreas Zikos para agredir a Claude Makelele y dejar a los de Deschamps con diez.
Tres delanteros
Claudio Ranieri no desperdició la oportunidad. Colocó sobre el campo a Jimmy Floyd Hasselbaink para que acompañara a Gudjohnsen, Crespo. La permuta y el atrevimiento hubieran dado sus frutos si los balones colgados desde los extremos no hubieran ido a parar, aleatoriamente, a los pies y cabeza de Eidur Gudjohnsen que se hartó de fallar delante de Roma. Mala noche la del islandés. Por parte del Mónaco no había indicios de recuperación, salvo dos o tres escarceos de Giuly por la frontal que fueron abortados sin problemas unas veces por él mismo otras por los lentos defensas ingleses.
Sentencia monegasca
Tras mucho perdonar el Chelsea, al Mónaco no le quedó otra que resucitar. Y lo hizo con Rothen como baluarte. Él se encargó de demostrar que la retaguardia británica no funcionaba, para que sus compañeros se animaran tras él. El primero en seguirle fue un desaparecido hasta entonces que, con un pase de 40 metros, dejaba una pelota franca a Fernando Morientes en la frontal que éste, tras un leve control orientado con la cabeza, no desaprovechó tras conectar un soberbio disparo que encontraba la escuadra del palo corto de Ambrosio.
Llegar y besar el santo
La magia del Louis II volvía a aparecer. Cuando restaban ocho minutos, un agotado Giuly daba el relevo a Shabani Nonda en la punta de ataque. Y Nonda no lo desaprovechó. El primer contacto que tuvo con la pelota acabó en las mallas del Chelsea tras un centro precioso de Rothen (con Lampard el mejor del partido) y una desastrosa estirada de Ambrosio. Después del tercero, nada. El encuentro finiquitado y Deschamps que se entregó a la afición cambiando a Rothen para que recibiera el justo premio de la ovación de su parroquia. Duro revés para los británicos que no aprovecharon su superioridad numérica. Pintan bastos para Ranieri.