Amor de aficionado
viernes, 5 de junio de 2015
Resumen del artículo
"Una vez llegué a Berlín, el dolor desapareció", comentó Nicolò De Marchi después de demostrar su cariño a la Juventus caminando desde Turín para llegar a la final.
Article top media content
Cuerpo del artículo
"Una vez llegué a Berlín, el dolor desapareció", comentó a UEFA.com Nicolò De Marchi después de que a sus 22 años demostrase su amor a la Juventus caminando el trayecto entre Turín y Berlín para llegar a la final.
De Marchi llegó a Berlín este viernes después de un viaje de nueve días en los que viajó 900 kilómetros, la mayoría en pié, otros en bicicleta y un tramo particularmente peligroso de 12 kilómetros en los que se le permitió coger un coche.
"Todo se debe a un tuit de la Juventus en el que preguntaba a sus aficionados qué podrían hacer si la Juve llegaba a la final", explica De Marchi a UEFA.com. "Yo dije que iría caminando a Berlín si lográbamos la clasificación. Y eso es lo que ocurrió. Contactaron conmigo y me ofrecieron la oportunidad de conseguir una entrada para la final, lo que era mi sueño. La Juventus me dijo: "Yo no hay mucho tiempo, es un largo camino a pie, te daremos una bicicleta también". Y acepté sin dudarlo".
De Marchi debía alcanzar el Olympiastadion el jueves, pero tardó un día más a causa de la fatiga. "A fin de cuentas, mis pies están bien. El problema son mis piernas. Mis gemelos han sufrido mucho en los últimos días, pero una vez llegué a Berlín, el dolor desapareció. Estoy muy feliz de estar aquí y de haberlo logrado".
"El esfuerzo físico, que era enorme, ha ido acumulándose día a día. Tenía dolores por la noche y después por la tarde también. Un día, hacia el final, me levanté y mis piernas apenas me respondían a lo que quería. Fue muy duro. No sé cómo encontré fuerzas. Creo que fue gracias a la fuerza de la gente, a mi familia y amigos que siempre me apoyaron".
Ha sido un viaje doloroso, pero también un viaje completado. "Los mejores momentos del estadio incluyen cuando partí, dejé el estadio y lo vi vacío. Fue precioso. Recibir apoyo día tras día de la gente fue muy emotivo. Eso me hizo más fuerte. También el hecho de que se fue haciendo más y más complicado con el paso de los días y yo me decía: "Estoy bien, estoy llegando".
"El peor momento fue cuando había una cuesta empinada cuando estaba andando o en bicicleta. Superaba una curva, miraba y decía: "Oh no, otra cuesta". Lo que significaba otro gran esfuerzo a mis piernas. Fue duro, pero siempre seguí adelante. Continuaba con mi depósito de reserva. Y ahora ya estoy aquí".