Los modestos tienen su día
martes, 1 de enero de 2008
Resumen del artículo
La Grecia de Otto Rehhagel dio una de las grandes sorpresas de la historia del fútbol con su victoria ante la anfitriona Portugal en la gran final.
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Cuerpo del artículo
Antes de que la UEFA EURO 2004 terminase, lo normal era hablar de quién sería la superestrella y que selección saldría vencedora en la batalla por el título europeo. Al final, un grupo de jugadores totalmente desconocidos logró una de las más grandes sorpresas en el fútbol europeo.
Grecia llegó a la competición como una de las selecciones más débiles. Sin embargo, pocas personas se habían fijado en su excelente campaña de clasificación, en la cual perdieron los dos primeros partidos, para después lograr el triunfo en los seis siguientes, en los que no encajaron ningún gol.
En lo que fue un espléndido mes de fútbol bajo el sol portugués, los griegos, que se mostraron como un equipo sólido y pragmático que jugó con sus armas, fue desquiciando a cada selección a la que se enfrentaba, mereciéndose completamente el título. Fueron dirigidos por Otto Rehhagel, veterano entrenador alemán a nivel de clubes, que entrenó al Werder Bremen y al FC Bayern München en su país natal.
Rehhagel basó el éxito de su selección en que todo el equipo se mantuviera muy junto en el centro del campo, empleando una férrea disciplina que sacaba de quicio a cada rival. En el primer partido en Oporto, dieron la primera sorpresa del torneo al batir a los anfitriones, Portugal, por 1-2.
En los cuartos de final, los actuales campeones de la competición, Francia, fueron incapaces de superar a los griegos y acabaron perdiendo. En las semifinales frente a la República Checa, que era una de las favoritas para los aficionados tras sus primeros partidos en el torneo, Grecia logró el pase por medio del gol de plata en la prórroga. El hombre clave de los checos, Pavel Nedved, se lesionó en la primera parte del encuentro.
La final jugada en Lisboa fue un partido muy igualado. Portugal, entrenada por el brasileño Luiz Felipe Scolari, quería vengarse de la derrota sufrida en el partido inaugural, y en muchos momentos de la final, desesperaron a sus propios aficionados en un ambiente memorable.
Los griegos, que tenían las ideas claras, jugaron como en los partidos anteriores, con una defensa en la que destacaba el duro Traianos Dellas, con un centro del campo comandado por el que a la postre sería el mejor jugador del torneo, Theodoris Zagorakis, y con una delantera en la que el oportunista Angelos Charisteas destrozaría el corazón de los portugueses. Un gol de cabeza de Charisteas tras un saque de esquina a la hora de juego hizo que se cumpliera un sueño impensable.
En cuanto a las estrellas de las otras selecciones, el torneo les dejó desilusionados y acusaron el cansancio adquirido en sus duros campeonatos domésticos durante la temporada. Zinedine Zidane y Francia, a pesar de derrotar en la fase de grupos a Inglaterra, nunca alcanzaron el nivel de antaño. Inglaterra y David Beckham, que prometían mucho, y que tenían al joven Wayne Ronney, cayeron frente a Portugal en los cuartos de final en la tanda de penaltis.
España volvió a fallar, y el imaginativo equipo holandés fue eliminado por Portugal en semifinales. El éxito de Grecia es un ejemplo para el resto del continente. Con un trabajo muy dedicado, con creencia en ellos mismos y con la suerte necesaria, aparte de un gran compañerismo, todo es posible.