Adiós al último templo del fútbol

Amanece en Bilbao. Y a pesar de la espectacular postal que forma el Guggenheim a la orilla de la ría, hay un aire de melancolía que enturbia la imagen. Nada tienen que ver los cuadros que en la galería se exponen, a la altura de las mejores pinacotecas del mundo. El motivo de la tristeza que inunda hoy la capital vizcaína tiene que ver con otro museo. Un museo más cálido, más pasional, con menos metal pero con más corazón. Un museo que ha visto exhibiciones de los mejores artistas balompédicos en sus 100 años de historia. Y es que el Athletic Club – Levante UD de este fin de semana fue la última exposición que se pudo contemplar en el viejo San Mamés.

El 20 de enero de 1913 se pone la primera piedra del estadio. Pocos presagiaban por aquel entonces la magnitud que alcanzaría el estadio con el paso de los años. Se abría San Mamés, y empezaban en Bilbao una serie de liturgias y tradiciones que no se abandonarían hasta un siglo después. Todo en San Mamés tiene significado, nada es casual ni se deja al azar. San Mamés se empapó de la devoción que los británicos residentes en Bilbao sentían por el fútbol, y adoptó la seriedad que los ingleses suelen poner en todo lo que hacen. San Mamés no es un estadio más, no es un campo que se pueda profanar. Los símbolos, otra influencia inglesa, se respetan aquí.

Y para muestra un par de ejemplos. El primer goleador de la historia de San Mamés fue Rafael Moreno Aranzadi 'Pichichi' en un partido ante el Real Unión de Irún. Pues bien, un busto del mítico delantero preside el palco del estadio, y cada equipo que visita el campo por primera vez hace una ofrenda floral al busto ante el respetuoso aplauso de las gradas. El honor de ser el último goleador del Athletic en su feudo lo tuvo Fernando Llorente. Otro de los rasgos que hacen único San Mamés es la norma que obliga a vestir de corbata en el palco del estadio. Por si acaso, el club cuenta con una colección de corbatas para los más despistados. Otra reminiscencia ‘brit’.

Hasta el ensordecedor ‘¡Alirón!’ que se escucha cuando el Athletic sale campeón proviene de las islas del mar del Norte. Es una adaptación de la expresión All Iron (todo hierro) que los mineros ingleses residentes en Bilbao utilizaban para describir un buen día de trabajo. Todo ello, mezclado con la idiosincrasia de la gente de ‘El Botxo’, creó un ambiente único en ‘La Catedral’.

Por si esto fuera poco, las exhibiciones balompédicas allí presenciadas contribuyeron a aumentar la magia y elevar el estadio a la categoría de templo. Santuario que, como en otras religiones, los seguidores trataban de visitar al menos una vez en su vida. Quizás las más recordadas de todas las batallas allí disputadas (1.738 partidos oficiales) sean las dos ante el Manchester United FC (sólo podía ser ante un equipo inglés). En la primera de ellas, el Athletic se impuso 5-3 bajo una espectacular nevada. Era la temporada 1956/57, segunda edición de la Copa de Europa, y el Athletic quedó apeado de la competición al caer 3-0 en el partido de vuelta de cuartos de final.

La segunda es mucho más reciente, y aún encharca los ojos de los que tuvieron la suerte de presenciarlo. Fue la pasada campaña, en octavos de final de la UEFA Europa League. El Athletic había derrotado al United en la ida de los octavos disputada en Old Trafford (otro santuario), y buscaba completar la revancha en casa. San Mamés se vistió de gala y las tradiciones se cumplieron con más seriedad que nunca. No faltaron el poteo y los pintxos por la Calle Licenciado Pozas, el bocadillo en el descanso, o el ya mencionado ¡Alirón! cuando el Athletic pasó por encima del United para deleite y goce de la parroquia txuri-gorri.

Puede que esas sean las dos mejores ‘misas’ oficiadas en ‘La Catedral’, pero hay un sinfín de recuerdos que hacen inolvidable el feudo de ‘Los Leones’: la victoria ante la Juventus, el 5-0 al Real Madrid CF, el triunfo ante el Sevilla CF en semifinales de la Copa del Rey…  Ya no habrá más goles en la portería de Ingenieros, ni tampoco en la de Misericordia, pero cada vez que se cante el ‘Alirón’ la memoria se tomará la licencia de transportarnos a San Mamés. Allí, abriremos el bocadillo y ‘Pichichi’ nos guiñará un ojo cómplice. Estaremos muy cerca del cielo.