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El Oporto vuelve por sus fueros

RC Deportivo La Coruña – FC Porto 0-1 (Global: 0-1)
Los portugueses alcanzan la final tras vencer en Riazor a un Deportivo impotente.

Por Toni Terrades Martí

La historia se reencontrará con el FC Porto el próximo 26 de mayo en la final de la UEFA Champions League. El equipo de José Mourinho manejó a su antojo el encuentro contra el RC Deportivo La Coruña, con un Deco soberbio. Por el contrario, los gallegos se perdieron en el sistema táctico luso y nunca dieron señales de poder hacerse con la eliminatoria. Igual que en el partido de ida. El Oporto es un justo finalista.

Respeto inicial
Que la noche podía ser histórica era una sensación latente entre los jugadores de ambos conjuntos. Y ese sentimiento se dejó notar al inicio de partido. Deportivo y Oporto salieron dispuestos a no permitirse equivocaciones prematuras que pudieran costarles el partido, la eliminatoria y, por supuesto, la final. Por ello, los primeros minutos discurrieron sin muchos alardes por la zona ancha del campo. Sólo Alberto Luque por los gallegos y Carlos Alberto por los lusos osaban a mostrar sus credenciales atacantes.

Contratiempo deportivista
Y en esas estaba el partido cuando el equipo local sufrió el primer golpe moral. Era el minuto once y Nourredine Naybet se auto descartaba  para la final de Gelsenkirchen con una entrada a destiempo en el círculo central. Este hecho motivó a los veteranos del Oporto. Deco, Costinha y Maniche empezaron a moverse con absoluta soltura por las inmediaciones del área de José Francisco Molina. Y a punto estuvo de aprovecharlo Maniche en dos ocasiones. Primero en el catorce, cuando gozando de una franca posición de tiro, remató raso y desviado a la izquierda de la portería del Deportivo. Tres más tarde, y tras ganar la espalda a Naybet y César, no supo concretar su soledad en el área para superar a Molina.

Control portugués
Desde ese momento el Deportivo se fue del partido por espacio de veinte minutos. Sergio andaba desaparecido, Aldo Duscher ni estaba ni se le esperaba y Juan Carlos Valerón parecía que seguía en la oscuridad que mostró en el partido de ida. En cambio, cada minuto que pasaba servía para engrandecer la figura de Deco como motor del Oporto. Él dictaba lo que había que hacer y sus compañeros le seguían. Un panorama desalentador para la parroquia herculina que, visto lo visto, incrementó la presión ambiental.

Tímida reacción
En las postrimerías del primer acto, el partido se volvió loco. Entradas duras y descontrol de la pelota. A pesar de eso, fueron los mejores minutos del Dépor en todo el partido. El caos le vino bien para llegar hasta Vítor Baia, pero su conservadurismo pesaba mucho a la hora de rematar. Si no, no se explica que en el minuto 37 Juan Carlos Valerón perdonara un gol clarísimo delante del portero por intentar colocar cerca del palo un balón que pedía a gritos ser golpeado con fuerza. O un minuto más tarde, por ejemplo, Pandiani dejó de lado su bravura para buscar la sutileza en un remate de tijera que no llegó a conectar. Los de Javier Irureta habían perdido su oportunidad.

Declaración de intenciones
La vuelta de vestuarios clarificó dos cosas: al Depotivo le pesaba la responsabilidad; y el Oporto buscaba un gol definitivo. Lo primero se vio desde el primer segundo. Lo segundo tardó dos minutos. Los que transcurrieron hasta que Derlei cabeceó a la madera un magistral pase de Deco desde la derecha. El Dépor se arrugó. Pandiani reclamó un penalti inexistente, los centrocampistas no buscaban la pelota y la defensa pagaba un excesivo peaje por la lentitud de César ante los puntas lusos.

Penalti claro
Y esa falta de velocidad sólo podía ser resuelta con faltas. Una de ellas acabó con Deco en el suelo dentro del área, tras una excepcional internada por la izquierda que sorprendió a César. El lanzamiento corrió a cargo de Derlei, que volvía tras una lesión de rodilla que se produjo en diciembre. El brasileño  ajustó el balón a la base del palo derecho de Molina. Si no hubiera sido así el guardameta habría despejado. La desolación se instalaba en las gradas del Estadio Municipal de Riazor.

Intentos desesperados
La idea de otro milagro estaba presente tras una serie de embestidas del Dépor que a punto estuvieron de convertirse en el empate. En el 64, Naybet, que se expulsaría a sí mismo tras una desmesurada entrada sobre Paulo Ferreira seis minutos después, remató un córner alto. En el 65, Pandiani cabeceaba un centro de Luque (el mejor de su equipo) que se iba rozando el palo de Baia. Más tarde fueron Tristán y después César los que pudieron dar esperanzas a los suyos. Tras una falta directa de Tristán que se fue por poco en el minuto 77, el Deportivo dio por pérdida la posibilidad de llegar a la final.

Fiesta del Oporto
En los últimos minutos, el cuadro luso podría haber marcado el segundo. Igual hubiera sido un castigo mayor del que merecía el conjunto deportivista. No se produjo esta situación y el Oporto se limitó a conservar la posesión y pensar en Genselkirchen. Allí estará su hinchada y allí también tendrán, los hombres de José Mourinho, la oportunidad de reverdecer la historia que hizo grande en varias ocasiones al Oporto en Europa.

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